viernes, 11 de mayo de 2012

Estudio Bíblico: Libro de los Hechos de los Apóstoles Capitulo 26

Hoy nos encontramos con una maravillosa experiencia de bendición de Dios para cada uno de nosotros al interpretar este capítulo 26 de Hechos, en el cual, mientras lo leía, Dios me ha inspirado estas palabras: “Todo el que te bendiga y te haga el bien, a mí me lo hace y todo el que te maldiga o te persiga, a mí me maldice y a mí me persigue”; otra gran consolación es esta: “Nunca estás solo, yo siempre estoy contigo y todo lo que te suceda, a mí me sucede”.
Bien, ¿de dónde salen estas palabras?: Cuando Pablo hace su defensa frente al rey Agripa describe la escena de su conversión (versículos 13 al 18) Aparece por primera vez un discurso profético de parte de Jesús cuando le dice: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Nótese que cualquiera podría decir Pablo no está persiguiendo a Jesús, está persiguiendo a los cristianos, Pablo no tuvo siquiera la suerte de conocer personalmente a Jesús y aún así Jesús le ratifica: “Yo soy el mismo a quien estás persiguiendo”. Esta es la defensa que Jesús hace de quienes le son discípulos: “Quien a ti te persigue, a mí me persigue”. No creen hermanos que es maravilloso saberlo, que no estamos solos aunque seguimos empeñados en creerlo, saber que él hará nuestra defensa en el momento en que le clamemos.
Bien, si podemos comprender esto de que, por ser sus discípulos, lo que a nosotros nos pase es como si a él le pasara y nuestras preocupaciones son también las suyas creo que también nos será fácil llegar a esta otra conclusión: si él toma para sí nuestras situaciones de vida (recuérdese la reflexión en la eucaristía correspondiente a dejar nuestro yugo y nuestra carga a los pies de él y tomar la suya) y las siente como propias, quiere decir que cuando nosotros actuamos en su nombre es él mismo quien actúa a través de nosotros. Solo por eso es posible el efecto de la oración, de la sanación física, de la liberación espiritual y de cualquier oración de intercesión que hagamos por nosotros mismos y por los demás. Es como si él mismo lo hiciera.
El sábado pasado reflexionábamos: si estamos insertos en él daremos fruto, él es la vid y nosotros los sarmientos. Espero que esta reflexión te sirva a la hora de ejercer el ministerio para el cual el Señor te ha llamado. Y si te mortifica mucho el que los demás te juzguen y señalen, cuando ores dile al Señor que cumpla su promesa del versículo 17: “Te voy a librar de los judíos y de los no judíos”, esto quiere decir de los de tu casa y de los que no lo son, pero que te quieren herir.
Por lo demás NO TENGAS MIEDO, hoy no te debe quedar ninguna duda de que él está con nosotros y entonces ¿Quién contra nosotros?.

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