Hoy nos encontramos con una
maravillosa experiencia de bendición de Dios para cada uno de nosotros al
interpretar este capítulo 26 de Hechos, en el cual, mientras lo leía, Dios me
ha inspirado estas palabras: “Todo el que te bendiga y te haga el bien, a mí me
lo hace y todo el que te maldiga o te persiga, a mí me maldice y a mí me
persigue”; otra gran consolación es esta: “Nunca estás solo, yo siempre estoy
contigo y todo lo que te suceda, a mí me sucede”.
Bien, ¿de dónde salen estas palabras?:
Cuando Pablo hace su defensa frente al rey Agripa describe la escena de su
conversión (versículos 13 al 18) Aparece por primera vez un discurso profético
de parte de Jesús cuando le dice: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Nótese
que cualquiera podría decir Pablo no está persiguiendo a Jesús, está
persiguiendo a los cristianos, Pablo no tuvo siquiera la suerte de conocer
personalmente a Jesús y aún así Jesús le ratifica: “Yo soy el mismo a quien
estás persiguiendo”. Esta es la defensa que Jesús hace de quienes le son
discípulos: “Quien a ti te persigue, a mí me persigue”. No creen hermanos que
es maravilloso saberlo, que no estamos solos aunque seguimos empeñados en
creerlo, saber que él hará nuestra defensa en el momento en que le clamemos.
Bien, si podemos comprender esto
de que, por ser sus discípulos, lo que a nosotros nos pase es como si a él le
pasara y nuestras preocupaciones son también las suyas creo que también nos
será fácil llegar a esta otra conclusión: si él toma para sí nuestras
situaciones de vida (recuérdese la reflexión en la eucaristía correspondiente a
dejar nuestro yugo y nuestra carga a los pies de él y tomar la suya) y las
siente como propias, quiere decir que cuando nosotros actuamos en su nombre es
él mismo quien actúa a través de nosotros. Solo por eso es posible el efecto de
la oración, de la sanación física, de la liberación espiritual y de cualquier
oración de intercesión que hagamos por nosotros mismos y por los demás. Es como
si él mismo lo hiciera.
El sábado pasado reflexionábamos:
si estamos insertos en él daremos fruto, él es la vid y nosotros los
sarmientos. Espero que esta reflexión te sirva a la hora de ejercer el
ministerio para el cual el Señor te ha llamado. Y si te mortifica mucho el que
los demás te juzguen y señalen, cuando ores dile al Señor que cumpla su promesa
del versículo 17: “Te voy a librar de los judíos y de los no judíos”, esto
quiere decir de los de tu casa y de los que no lo son, pero que te quieren
herir.
Por lo demás NO TENGAS MIEDO, hoy no te debe quedar ninguna duda de que él está
con nosotros y entonces ¿Quién contra
nosotros?.