El discipulado nació en la mente del Pbro. Jorge A. Jiménez H., como una idea de promover nuevas actitudes cristianas para vivir la fe desde una perspectiva más evangélica, es decir, de retomar las bases del Evangelio de Cristo para llevar un mensaje oxigenado a una Iglesia que parecía cada vez más y más alejarse de sus fuentes de vida.
En una de sus meditaciones, le fue manifestado el deseo de Cristo de que su Iglesia volviera a las fuentes de la revelación para purificarse de tantos errores e interpretaciones inadecuadas de su palabra que por tradición, y sin fundamentos bíblicos ni teológicos –menos aún de revelación, los cristianos hemos incorporado en nuestra vida complicando lo que Dios desde siempre, por designio amoroso ha querido simplificarnos; el acercarnos a Él y gozar de los beneficios de ser sus hijos en el amor de su amado Hijo y llenos de la presencia de su Santo Espíritu.
En esta inspiración nace la idea de convocar, a ejemplo del maestro, a quienes desean conocer más profundamente las enseñanzas de aquel que quiso promover una experiencia de vida única hasta el momento; la de ser hijos y no extraños, amigos y no siervos, libres y no esclavos; en una palabra salvos y no condenados a las formas desesperanzadoras en que vive nuestro siglo.
En una de sus meditaciones, le fue manifestado el deseo de Cristo de que su Iglesia volviera a las fuentes de la revelación para purificarse de tantos errores e interpretaciones inadecuadas de su palabra que por tradición, y sin fundamentos bíblicos ni teológicos –menos aún de revelación, los cristianos hemos incorporado en nuestra vida complicando lo que Dios desde siempre, por designio amoroso ha querido simplificarnos; el acercarnos a Él y gozar de los beneficios de ser sus hijos en el amor de su amado Hijo y llenos de la presencia de su Santo Espíritu.
En esta inspiración nace la idea de convocar, a ejemplo del maestro, a quienes desean conocer más profundamente las enseñanzas de aquel que quiso promover una experiencia de vida única hasta el momento; la de ser hijos y no extraños, amigos y no siervos, libres y no esclavos; en una palabra salvos y no condenados a las formas desesperanzadoras en que vive nuestro siglo.
